Relaciones entre Teología y Ciencias experimentales



Relaciones entre la Teología y las Ciencias de Pilar Sánchez

Vivimos juntos con descendientes retrasados del siglo XIX
Karl Rahner

1.- Introducción

Es necesario ante de iniciar el tema justificar el título, ya que no se ha utilizado el término religión, sino teología. No se habla de ciencia y religión, sino de ciencia y teología ¿por qué? ¿hay algún matiz diferente entre ambas acepciones?
El hecho de comparar estos dos términos es porque a toda la ciencia, inmediatamente se le adjudica una instancia intelectual reconocida, mientras que en los ámbitos académicos, a la religión, esta instancia intelectual no le es aplicada, y este es el motivo fundamental de utilizar la forma más racionalizada de este concepto que es el de teología porque religión se entiende como fenómeno básico de lo religioso. La Teología, como ciencia puede situarse en igualdad de condiciones con la Ciencia y dialogar en el mismo nivel.
Las ciencias consideran la duda y la superación de la misma como constituyentes del instrumento metodológico y de toma de decisiones por excelencia. Inmediatamente surge la pregunta ¿por qué no aplicar a la teología las aportaciones encontradas por ellas, usar sus métodos y ayudarse mutuamente? Además, el hombre se pregunta por sí mismo, por su destino, por su misión, ¿quién tiene la respuesta? La teología da respuestas y la religión ayuda a profundizar en las preguntas hasta encontrar la experiencia de la divinidad. ¿Las ciencias dan respuestas a estas preguntas desde su óptica?, ¿por qué las ciencias deben permanecer al margen de este fenómeno inherente al ser humano?, ¿por qué la teología no puede beneficiarse de los avances de las demás ciencia?, ¿pueden las ciencias beneficiarse del hecho religioso?
La Teología es una ciencia, no una ciencia como fue considerada en siglo XIII por Santo Tomás de Aquino, (Summa Theologiae, I,11) concepto denostado en la Edad Moderna, sino con el concepto de ciencia admitido en la actualidad, evitado el reduccionismo. Lucio Florio sostiene que la aparición de disciplinas estudiosas del fenómeno religioso como son las ciencias de la religión, historia de las religiones, religiones comparadas, psicología de la religión, sociología de la religión, etc., han contribuido a focalizar este hecho en pluralidad de expresiones pero, a pesar de esa diversidad se conserva la unidad, y la Teología es una ciencia porque tiene los tres elementos esenciales constitutivos de un saber científico: su sentido crítico, su preocupación sistemática y su tendencia a aumentar los conocimientos. Todas las ciencias están condicionadas por su modo específico de aproximación a la realidad, por los instrumentos de observación de los que dispone en cada caso, por un determinado lenguaje que presupone un modelo descriptivo o paradigma científico particular. La Teología dispone de estos elementos, es una ciencia.
Pero actualmente existen diversidad de teologías. Estas se ocupan del hecho religioso, no sólo desde el criterio de racionalidad como lo haría la filosofía de la religión; ni como el estudio elemental de las manifestaciones religiosas a lo largo del tiempo, correspondiente a la historia de las religiones; tampoco como análisis de las estructuras religiosas, propio de la fenomenología de la religión; ni a partir de un abordaje colateral, tal como lo hace la sociología, la antropología o la psicología de la religión; ni como una teología “neutral” que busca la igualdad de las religiones sin argumentos, sin intencionalidades y sin contextos; sino que todas estas teologías se ocupan de Dios desde un punto de vista racional, como verdadera ciencia. Aunque, ciertamente, la Teología aprende y se vale de estas otras ciencias en un ejercicio permanente de apertura y diálogo.
Tal vez sea esta una de las razones, la abertura hacia todo lo científico, lo que hace de la teología una disciplina cada vez más plural. E incluso, se habla de la teología de las religiones, entendida como el estudio que conlleva al encuentro de las diversas experiencias religiosas e intenta dar una solución orgánica a los problemas que dichos encuentros o desencuentros plantean, desde la fe, el culto, la moral o la doctrina propia.
Hoy no se puede mantener aislada una ciencia sin el concurso de las demás. Hay ciencias que se ocupan del hombre bajo diferentes perspectivas, pero los avances de una de ellas influyen necesariamente en las otras, condición imprescindible para hacer una verdadera ciencia.
En este sentido José Antonio Mateo, convencido de la necesidad de que todas las ciencias deben tener en cuenta las conclusiones y los avances de las demás, expone:

“Es importante comenzar diciendo que la relación entre los distintos saberes es algo evidente, ya que no podemos afirmar de manera categórica que existan estudios puros (históricos, filosóficos, etcétera). Muchas veces, si se quiere alcanzar “rigor” y “objetividad”, se necesita de las conclusiones de otras disciplinas, aquellas que permitan y contribuyan al esclarecimiento de los problemas que nos merecen atención, problemas relacionados con el hombre. Esta forma de ver la relación entre los saberes, hace notar una interdisciplinariedad entre ellos y, no excluye, en este caso, a la historia y a la filosofía”.

De lo anteriormente presentado se deduce la necesidad de aplicar las ciencias y la filosofía a la teología y, como consecuencia, dotar a los teólogos de conocimientos científicos, y filosóficos, ya que en ambientes académicos existe un gran interés por el diálogo entre las ciencias y las religiones, no exento de resistencias y prejuicios por ambas partes.
Lucio Florio expone como argumento de este diálogo el empleo en ambas de la racionalidad y la reflexión, aplicadas, bien a la experiencia sobre el mundo, bien sobre la experiencia religiosa. Convencido de esta idea dirige la revista Quarentibus, cuyo objetivo fundamental es animar el debate fundamentado entre las ciencias naturales, y las ciencias humanas en conexión con éstas y con la teología. El marco epistemológico es el de la interdisciplinaridad.
Melchor Cano ya en el siglo XVI, acuñó la expresión “Lugares Religiosos”, como la determinación de las fuentes que permiten un acceso a la revelación divina, como son la Biblia y las Tradiciones y también lugares ajenos, entre ellos la Filosofía y la Historia. Hoy estos lugares no se consideran accidentales porque forman parte del núcleo de aceptación y compresión teológica. En el momento actual las ciencias son consideradas como “Lugares Teológicos”, fuentes para acceder a la revelación. Lucio Florio presenta algunas propuestas para integrar el pensamiento más experimental en el estudio teológico. Entre esta propuestas se pueden citar: A. Peacocke con su Teología Global aplicada a la Teología de la Creación, A G. Tanzella-Nitti con su concepto de integración aportando la visión científica (Física, Biología) a todos los campos de la Teología, como la Antropología, o Cosmología. También propone a Haugt por sus aportaciones del evolucionismo en el terreno religioso, presentando novedades en el estudio de la Cristología.
Sin lugar a dudas es necesario para la inculturación el exponer la creación, la antropología, las experiencias religiosas, es decir, todos los temas de reflexión teológica, con las aportaciones científicas actuales en ambientes científicos, aunque estas elucubraciones tienen el peligro de quedarse desfasadas ante los nuevos avances de la ciencia. La idea de aumentar la formación de los teólogos en este tema, no como expertos sino con conocimientos suficientes para entender estos avances, es importantísima porque de esta manera se podrá fomentar el diálogo con todas las ciencias, no sólo las blandas, como las titula el autor, sino con las duras, ya que aportará una mayor comprensión, una mentalidad científica que motive los cambios del pensar y de hacer teología.
Esto implica analizar los ámbitos de esta sociedad e investigar sus relaciones y sin lugar a dudas, un ámbito importante es el avance científico porque da una visión diferente a muchos de los temas relacionados con la teología.

2.- Posiciones entre Ciencia y Teología

Entre las relaciones de las ciencias y la teología, la unión de la razón y la fe, se han dado cuatro posiciones a lo largo de los siglos. En 1988 introdujo los cuatro enfoques que se habían seguido a lo largo de la historia para abordar las relaciones entre ciencia y teología, tipología que se ha convertido en canónica, con variantes, modificaciones e incluso discrepancias aparentes. Esta cuatro posturas fueron recogidas en Nature, Human Nature, and God, donde se dio la visión teológica de la evolución, la genética, las neurociencias, la naturaleza de Dios y la bioética.

1º Conflicto, cada una de estas ciencias, cree que sus estudios son los únicos que pueden dar solución a los problemas, su máxima es sólo ciencia o sólo fe, o bien, sólo razón o sólo creencia. Se produce enfrentamiento entre ambas. Luis Oviedo escribe siguiendo a Ian Barbour, que se puede dar ese enfrentamiento entre la ciencia y la teología bien en nombre de la concepción científica de lo real o en sentido contrario, como es el caso de los creacionistas o de los que promueven una lectura literal de los textos bíblicos, el relato del Génesis (creacionistas fundamentalistas, un movimiento restringido en los Estados Unidos) y los defensores del materialismo científico que declaran la incompatibilidad entre evolución y fe . No se pueden olvidar hechos como los conflictos con Galileo y Darwin, o los actuales problemas ocasionados por las posiciones crítica contra la religión de Hitchens, Dennett y Dawkins.
Hitchens denunciaba la incompatibilidad de la idea de un Dios bueno con el Mal sin control; y la incompatibilidad de Dios con la perversión del mundo de las religiones. Llegó a la conclusión de Dios no es bueno.
Dennet , afirma que “cuando más se de religiones menos cree en ellas”. Sus plantamientos recogidos en su libro La evolución de la libertad son: ¿qué tipos de libertad han evolucionado desde el origen de la vida? ¿Puede haber libertad en un mundo determinista? Si somos libres, ¿somos también responsables por el hecho de serlo o simplemente afortunados? Partiendo de la biología evolutiva, la neurociencia cognitiva, la economía y la filosofía, Dennett demuestra que, si aceptamos el razonamiento de Darwin, podemos reconstruir los pasos que llevaron desde las formas de vida más sencillas hasta los más profundos pensamientos humanos sobre cuestiones de moralidad y sentido, ética y libertad. Dios no es necesario porque la religión es un proceso natural.
Dawkin , escribió El gen egoísta donde no somos más que vehículos de los genes, máquinas programadas para que ellos sean casi inmortales. “El cuerpo del animal no es más que un repositorio temporal”. Considera su misión combatir dogmas religiosos, supersticiones y seudociencias, intentando conseguir que desmontar las creencias religiosa y el creacionismo en particular.
Estos tres autores son modelos de la postura entre los desafíos actuales entre la ciencia y la fe.

2º Interdependencia, no hay conflicto pero su actitud es de ignorarse mutuamentelos que Algunos lo han definido como dos formas de conocimientos. Siguendo a Babour, abogan por la tesis de la independencia los que confinan religión y ciencia a sendos compartimentos estancos, distintos y complementarios. La ciencia se ocuparía del cómo operan las cosas del mundo y descansaría en datos objetivos y públicos, en tanto que la religión se ceñiría al ámbito de los valores y al significado de la vida personal. No hay conflicto, pero tampoco una interacción constructiva entre ambos dominios; cada una posee sus propios métodos y su lenguaje genuino. Esta tesis ha sido divulgada por el paleontólogo S. J. Gould con su teoría de los dos magisterios.
Esta postura es la seguida desde la Ilustración, pues esta corriente intelectual sólo afirmaba la razón, y los teólogos no se preocupaban en razonar sus creencias. En Occidente la ciencia consiguió un gran avance, y esto fue el motivo del distanciamiento de su indiferencia, no sólo con la religión, sino con la filosofía, la estetica y la moral. Las ciencas humanistas no eran valoradas. El impacto de la fenomenología, el análisis de la escuela de Frankfurt, son señaladas como causas de esta altivez.

3º Diálogo, reconociendo la autonomía de ambas, piensan que pueden aportar beneficios los conocimientos de una a la otra y viceversa. Según Barbour, se busca el diálogo entre la ciencia y la religión cuando se investigan zonas de convergencia en temas (cuestiones fronterizas), métodos (uso de la analogía) y conceptos (demostración), sin renunciar a sus peculiaridades diferenciales genuinas.

4º Integración, colaboración entre ambas. Esta última postura es la deseada y aunque todavía es minoritaria entre los científicos, los filósofos y los teólogos, están apareciendo trabajos interdisciplinares por este camino, que abren nuevas vías de entendimiento.
Estos cuatro modelos están presentes en el panorama teológico actual, contando con seguidores cada una de estas relaciones, y cuando existe el conflicto entre ellas, es ocasionado tanto por parte de los científicos como por parte de los teólogos. Se ha entendido en el sentido de una teología natural, que encuentra en la ciencia una prueba (o un indicio sugerente al menos) de la existencia de Dios, o en el sentido de una compatibilidad flexible de contenidos. La integración podría asimilarse a lo que otros llaman interacción.

3.- Función de la ciencia repecto a la teología

Históricamente es indudable que la ciencia ha cumplido una función desacralizadora, pero esto no debe tomarse en sentido negativo. Por sí misma la ciencia no destruye la religión, sino que contribuye a purificarla, desmitificándola de símbolos extraños. De esta manera se consigue una autentificación de lo religioso.
Tampoco se puede hablar de la postura de la ciencia como un todo homogéneo frente a la teología. Cada científico tiene su propia visión y su postura personal. Se puede variar desde la autosuficiencia a la modestia o bien a la no interferencia, y sí, tanto las ciencias como la teología deben gozar de plena autonomía para investigar con libertad, las aportaciones de ambas deben ser oídas y tenidas en cuenta.
Cuando se quiere establecer un puente entre la teología y la ciencia puede hacerse desde varias opciones, bien desde la filosofía, o bien desde la ética, o la historia, o la antropología, etc.. Normalmente este puente fundamental, y desde sus orígenes, ha sido la filosofía.
En la actualidad los trabajos científicos entre estas ciencias aparecen sobre todo en el mundo anglosajón porque aún son escasos los trabajos en castellano, debido a la desconfianza de la religión y la espiritualidad en los ambientes científicos españoles. Un factor importante en estas investigaciones ha sido la entrada de técnicas meditativas orientales en la psicoterapia porque parece que lo que viene de oriente tiene mas fácil asimilación por parte del entorno científico . Las relaciones de la espiritualidad y la religión y la salud son los estudios más realizados. Los motivos por los cuales la espiritualidad y la religión no fueron objetos de estudio por parte de los investigadores de la salud hasta hace muy poco tiempo, se pueden dividir en tres principalmente; una de las razones es la relevancia de otras variables en estos estudios, dejando a la religión y a la espiritualidad en segundo plano; otra es el considerar a la espiritualidad y la religiosidad fuera del campo de lo científico, y por último, se ha considerado que la espiritualidad y la religión disminuirían en la medida que la era racional alcanzara el punto culminante .

“Desde siempre por la rama mas fuerte del positivismo ha habido cierta renuencia a estudiar temas religiosos y espirituales en relación con la salud. Pero el hecho de que lo inmaterial presente una mayor dificultad para su estudio no ha sido motivo de renuncia a otros campos del saber científico. La física y su teoría de cuerdas o todo el desarrollo de la física cuántica por citar tan solo algunos ejemplos. Podemos estudiar variables a través de sus efectos, de forma indirecta cuando su observación no es accesible de otra forma”.

La espiritualidad y la religiosidad, aunque no sea más que por la fuerte presencia en la sociedad, deben ser objeto de estudio y de mayor investigación en el ámbito científico.
Se ha tachado a la Iglesia de retrógrada, de oponerse siempre a los avances de las ciencias pero la Iglesia Católica está abierta a estas relaciones, aunque ha habido épocas de su historia totalmente reticente al progreso.
Hace casi cincuenta años, Christian Duquoc decía

“(...) la oposición al progreso es una traición al cristianismo. Y humanizar (es decir, abrirse al otro, cualquiera que sea esta apertura) es adoptar el sentido cristiano de la historia: levantar en el mundo una primera imagen de la ciudad celeste. (...) Donde quiera que se respete al otro como persona aparece el primer germen de una escatología cristiana”.

Para muchos sonó muy revolucionario, pero las palabras del teólogo francés no hacían sino atraer la atención hacia algo que se había olvidado y que parece todavía ser ajeno a la conciencia de muchos creyentes: el compromiso con el mundo es parte del compromiso cristiano, es parte fundamental del seguimiento de Cristo.
El Concilio Vaticano II, reflexionando sobre los distintos avances de las ciencias, hace una valoración positiva del progreso técnico, pero advirtiendo de su peligrosidad:

“ El progreso humano se inscribe en el plan de Dios que crea al hombre dándole el mandato de dominar la tierra. Responde, por tanto, a la voluntad de Dios y es, por lo mismo, bueno. Los adelantos técnicos deben mirarse como signos de la grandeza de Dios y están en consonancia con el mensaje cristiano de participar en la edificación del mundo” (GS 34 y 37) . “Existe también el peligro de que el hombre, confiando en sus inventos, crea que se basta a sí mismo y se desentienda de la búsqueda de valores más altos” (GS 57)”.

En consecuencia, el Concilio Vaticano II “reconoce sinceramente que todos los hombres, creyentes y no creyentes, deben contribuir a la recta edificación de este mundo, dentro del cual viven juntamente” .
Mariano Artigas, en su libro póstumo Ciencia y religioónn Conceptos fundamentales , escribe:

Pero el conflicto, o la incompatibilidad entre ciencia y religión, es más aparente que real. La ciencia, en sí misma, no excluye la religión. Puede quizá caer en la tentación de excluirla si de la ciencia se deriva hacia una ideología cientificista, según la cual el único conocimiento válido sería el conocimiento científico y la única realidad sería aquella parcela de lo real que puede circunscribirse en el perímetro de la investigación científica.

Aclarada la necesidad de las relaciones entre las ciencias y la teología, de esa apertura, y sobre todo, el cambio de paradigma de la teología en el modo de relacionarse las religiones con la nueva cultura en la era de la ciencia.
Al hablar de Ciencias se hace alusión a las ciencias experimentales como Biología, Física, Bioquímica, Genética, etc. y no a las ciencias discursivas como Filosofía, que aunque ciencia, no es expirimental .

4.- Origen de la relación entre ambas y boceto de la evolución histórica

El primer contacto de la fe cristiana con la cultura científica se produce en la predicación de San Pablo en Listra, donde el mismo Pablo utiliza un nuevo lenguaje no judío y usa la cosmología helenística en sus enseñanzas.
Alejandría, desde el siglo III a. C. se convirtió en un foco de cultura griega, no se puede olvidar el famoso Museo y la Biblioteca, símbolos del desarrollo intelectual alcanzado, y en ese ambiente cultural evolucionaron diversas ciencias. Florecieron comunidades judías y cristianas junto a las helenísticas, las cuales conocieron dichas ciencias y las utilizaron en su disertaciones teológicas.
Uno de los temas centrales de estudio fue la situación de la tierra, el sol, los planetas, etc. Ya en el siglo IV a. C. Aristóteles defiende el sistema geocéntrico: la tierra está inmóvil en el centro del universo y el sol y los planetas giran alrededor. Es cierto que en el siglo III a. C. Aristarco de Samos propone un modelo heliocéntrico del Sistema Solar, pero su teoría no tuvo ninguna influencia y se descartó totalmente, siendo la teoría geocéntrica la que sobrevivió en los siglos siguientes.
Es importante tener en cuenta nombres como Clemente de Alejandría, su discípulo Orígenes o Juan de Filopón, como primer físico cristiano en el siglo VI , filósofo y teólogo, precursor de la mecánica del movimiento.
Con los grandes Padres, la Teología tuvo una etapa floreciente y con su reflexión y estudio avanzó enormemente el pensamiento científico.
En la Edad Media con Santo Tomás de Aquino se produce la gran síntesis entre la teología y la ciencia, apareciendo un cambio de paradigma en la teología y una nueva forma de ver el mundo y al hombre, y ante el rechazo de algunos hacia estas teorías se llegó a proponer la teoría de la doble verdad, una para la filosofía- ciencia y otra para la teología.
Santo Tomás da una visión general en el Libro I de la Ética (lect. 1, n.1-2) donde resume todas las posibilidades de la ciencia que la razón humana puede desarrollar. Nombres como San Buenaventura, Alejandro de Hales, Duns Escoto, etc., marcan un hito en la síntesis del pensamiento cristiano. La concepción tomista de la relación entre ciencia y teología implica que los órdenes no son independientes y todos se apoyan y tienen como base los principios metafísicos . Se recuperó el método deductivo, se desarrolló las matemáticas y se aplicó este método a la teología. Pero también se fue consolidando el método inductivo con Bacon, la escuela de Medicina de Padua, y el rechazo de Ockham a las esencias y naturalezas. Este hecho fue un importante avance para las ciencias.
Se empezó a prestar interés por la experimentación como lo demuestra la figura de Roger Bacon en el siglo XIII con el método inductivo, o los Calculadores de Oxford y la escuela parisina de Juan Buridan y Nicolás de Oresme en el siglo XIV. Su insistencia en la necesidad de profundizar en la experiencia frente a las concepciones aristotélicas y a las prácticas científicas de su tiempo, así como la defensa del método inductivo, tuvieron efectos positivos para el desarrollo de la ciencia.
En la Europa Moderna aparecen tres nombres que revolucionan la tranquilidad de esta simbiosis entre Ciencia y Teología: Kepler, Copérnico y Galileo. Sus estudios concluyeron en una afirmación que volcaba todos los axiomas existentes: la tierra no estaba en el centro del Universo. En 1543, Copérnico desarrolla el modelo heliocéntrico, iniciándose una gran revolución científica.
Un hecho en el siglo XVI-XVII vino a obscurecer la armonía entre ambas, fue el caso Galileo Galilei (1564-1642) . Un caso utilizado en numerosas ocasiones para atacar de intransigente, retrógrada e inculta a la Iglesia frente a los avances de la ciencia. Pero la verdad de este acontecimiento es desconocida para la mayoría de las personas que denostan la actuación de la jerarquía eclesiástica sin conocer la existencia de documentos históricos y escritos de los juicios que ponen en entredicho dichas afirmaciones. En ocasiones, ha sido la ignorancia y en otras el uso partidista, los motivos para presentar este proceso erróneamente. Hoy con los numerosos estudios, los documentos que se conservan, se puede expresar con objetividad dicho proceso.
En primer lugar Galileo no murió a manos de la Inquisición, sino de muerte natural a los 78 años. Tampoco sufrió prisión ni torturas físicas, sino arresto domiciliario y las torturas propias de la tensión psicológica a la que estuvo sometido durante el proceso y también por la condena final seguida de una renuncia forzada. Sufrió dos procesos, uno en 1616, donde no compareció y fue acusado por sostener el sistema heliocéntrico contrario al sentido literal expresado en la Biblia y por tanto, acusado de estar en contra de las enseñanzas cristianas. Por estas ideas fue amonestado porque, a pesar de sus descubrimientos astronómicos, la Iglesia estaba muy sensible ante quienes interpretaban por su cuenta la Biblia (en este momento la reforma protestante estaba en auge), y por el cambio de la cosmovisión en ese momento indemostrable. Se le ordenó no enseñar esta teoría, y si lo hacía y seguía explicándola, se le amenazó con la cárcel.
El otro proceso fue en 1633, iniciado después de la publicación de “Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo” el tolemaico y el copernicano, y esta publicación fue la causa de la acusación de romper el compromiso de 1616, por el que se comprometió en no enseñar esa teoría. Esto, junto a que el principal argumento del Papa sobre la omnipotencia de Dios, frase que Copérnico la puso en el libro en labios de Simplicio, el más tonto de los personajes, hizo que se le condenara, pero debido a la petición de clemencia de sus amigos, estuvo en varios palacios como huésped, y posteriormente, se le permitió trasladarse a su casa en las afueras de Florencia, donde murió.. La principal consecuencia de todo este proceso es que no debe entenderse como un enfrentamiento entre ciencia y religión, ya que Galileo siempre se consideró católico, y lo que quería demostrar es que su teoría no se oponía a la doctrina católica.
No se puede olvidar la figura de Cristophorus Clavius, muerto en 1612, matemático, astrónomo, teólogo, que siguió fiel a la teoría del geocentrismo, pero figura fundamental en el diálogo de la ciencia y la religión, introduciendo las matemáticas en el estudio de la ciencia, porque hizo ver la importancia de la geometría para entender la naturaleza, ya que el mundo en su totalidad es el resultado de la geometría. Con esta consideración Clavius se acerca a las corrientes de la “nueva ciencia”, que exigía el conocimiento de las matemáticas para describir los fenómenos naturales. Su innovación más importante puede ser el haber añadido a las demostraciones geométricas soluciones numéricas.
La nueva ciencia nacía en polémica contra la filosofía natural antigua, pero este problema también es actual y lo ha sido en todas las épocas históricas, porque se exige un esfuerzo para integrar el conocimiento científico dentro de una visión más amplia donde se incluyan las dimensiones metafísicas y éticas de la vida humana. Pero a pesar de esta verdad objetiva, este hecho ha sido presentado como un enfrentamiento entre ciencia y religión.
La idea de conflicto entre fe y razón, entre ciencia y teología, surgió en el Renacimiento, desarrollada en la Modernidad cuando se asegura que la razón puede dar respuesta a todos los interrogantes del hombre. Después de un repliegue de la teología a los avances científicos se ha tendido puentes para conocerlos.
En el siglo XVII nacieron nuevas disciplinas independientes, rompiéndose la subordinación a la teología de la filosofía del siglo XIII. La gran revolución científica se produce en el siglo XVII, con nombres como Francis Bacon, siglo XVI-XVII, que si bien como científico no hizo grandes aportaciones, sus ideas filosóficas sobre la organización de las ciencias, así como la insistencia en la experiencia frente a las concepciones aristotélicas, y su método inductivo fueron muy valorados.
Entre otros científicos de esta época hay que mencionar a Johannes Kepler quien formula las leyes del movimiento planetario, las cuales permitían unificar y predecir todos los movimientos de los astros. Ante la pregunta si puede existir diálogo entre ambas ciencias, es decir, entre la teología y las ciencias experimentales, como física, matemática, biología, etc., sólo hay que ver la existencia y la preocupación entre estos científicos para afirmar su posibilidad y así mismo la armonía existente antes del siglo XVII.
En este siglo se da un vuelco en estas relaciones por el influjo de la Ilustración y las ideas de Isaac Newton sobre la gravitación universal, y sus tres leyes del movimiento, que transforman la cosmovisión existente.
Newton, físico, y teólogo, parte del arrianismo, por lo que no cree en la divinidad de Jesucristo ni en la Trinidad. Las cartas a Bentley ponen de manifiesto los tres temas principales de su teoría: el origen de los planetas, la conservación de sus órbitas y la explicación de la fuerza de gravedad. En ellas habla de un Agente Inteligente, de un Plan para explicar el origen, de un poder divino que lo conserva, y para explicar la gravedad, es necesario un Agente que actúe constantemente según ciertas leyes. Define a ese Agente como inteligente, poderoso, espiritual, eterno e infinito, carente de cuerpo y figura corpórea. Fue profundamente religioso, y su ideología antitrinitaria le causó problemas. Las disputas con Hooke, con Leibniz, consumieron una parte importante de su tiempo. En las discusiones de Leibniz con Clarke, discípulo de Newton, coincidieron en algunos temas como en el origen de los planeta, pero no lo hicieron en los otros, sobre todo en el de la conservación de la naturaleza.
La nueva cosmovisión de Newton se expandió rápidamente por los ambientes científicos llegando a Francia de la mano de Pierre de Maupertuis y Francois de Voltaire, influyendo en el nuevo movimiento conocido como la Ilustración. Todas estas ideas afectaron a los ilustrados y a los enciclopedista, siendo en el siglo XVIII cuando se rompe la armonía entre la teología y la ciencia moderna debido, como se ha afirmado, a la Ilustración y sobre todo, a los Positivismos.
El cambio más significativo de este siglo por sus repercusiones en la teología fue el extendido influjo de la propia idea de ciencia. Aunque se considera una época de transición, numerosos cambios, desde el punto de vista de sus efectos en las ideas científicas y en las religiosas, fueron muy importantes. Este siglo se convierte en la época de la razón, extendiendo la racionalidad a todas las actividades humanas y siendo la Ilustración el movimiento representativo. Sus principales ideas son:
1º la naturaleza se veía como un mecanismo de carácter determinista y autosuficiente, explicado por fuerzas naturales (Laplace, con su perfección de la mecánica del movimiento planetario)
2º su dios fue un dios deísta (en una primera etapa, existía mucha gente con la religión tradicional pero se desarrolló una religión natural y coexistían ambas, en un segundo momento, la teología natural se convirtió en sucedáneo de la revelación, y, en la tercera etapa, se consideró a dios innecesario y rechazaron toda forma de religión)
3º la última idea que propagaron los Ilustrados fue el optimismo respecto de la naturaleza humana, su ilimitada expectativa en el progreso y en su efectividad.
Sin lugar a dudas, todas estas ideas enfrentaron a teólogos y científicos. Figuras como D`Alambert, quien realiza una historia de las ciencias y la filosofía gracias al predominio de la razón, o Diderot, quien expone su materialismo ateo, influyeron enormemente en esta separación.
Pero el protagonista de esta escuela atea fue el barón D`Holbach quien afirmaba la eternidad de la naturaleza, su materialidad: “toda la naturaleza está regida por leyes naturales producidas desde toda la eternidad”.
En este siglo las ramas de la ciencia se presentan de forma secularizada. Dos libros publicados por John W. Draper y Andrew D. White a finales del siglo XIX contribuyeron de una manera especial a extender esta postura de conflicto.
Draper, sobre todo, dedica sus ataques más furiosos contra la Iglesia católica de la que dice que el cristianismo católico y la ciencia son absolutamente incompatibles. Estos dos libros han pasado a representar la postura que mantiene la incompatibilidad y el conflicto inevitable entre ciencia y religión.
Ya se da una total separación de las ciencias de todo lo especulativo. Se considera ciencia todo conocimiento derivado de los hechos de la experiencia, pero de la experiencia sensible.
Hay dos cuestiones: primero, la naturaleza de esos hechos y segundo, como de esos hechos se llega a las leyes y teorías. Con respecto a la naturaleza, los hechos que se observan se impregnan del entramado conceptual del observador por lo que no se puede decir que los hechos son anteriores a la teoría, aunque si de forma matizada. Estas observaciones de los hechos tienen que ser objetivas y falibles, es decir, probadas públicamente y ser desechadas por nuevos tipos de pruebas. Estos hechos tiene que ser pertinentes, logrados con esfuerzo y deben tener en cuenta la teoría que se les aplique; con respeto a la segunda cuestión se desecha la deducción, y se admite el método lógico inductivo que saca conclusiones generales de algo particular, con matizaciones severas. ¿Cómo se estudia a Dios con este concepto de ciencia?
Pero la Ilustración también tuvo consecuencias positivas para el pensamiento como son la mayor tolerancia, la libertad religiosa, la libertad de expresión, la liberación en la creatividad, la dignidad del individuo, pero sobre todo, la pasión por la justicia social.
Como reacción a la Ilustración, en la segunda mitad del siglo XVIII surge el romanticismo en Alemania y Reino Unido extendiéndose rápidamente a los demás países. Se caracteriza por la autoconciencia del Yo, la primacía del genio, la creatividad, por el desarrollo de la fantasía… Frente a las ideas racionalistas se produjo una reacción romántica que traía aparejada nuevas formas de nacionalismos, el auge de la literatura y el pietismo y el avance del metodismo. Se rechaza la razón y se ensalza la libertad, la individualidad, la totalidad y la imaginación.
En esta segunda mitad de siglo se produjo una revitalización del cristianismo, basado en el fervor evangélico y la recuperación de la experiencia religiosa. Así mismo se dio una respuesta filosófica basada en dos pensadores: Hume y Kant. Hume, quien afirmó que el único conocimiento fiable es el que se basa en las impresiones de los sentidos, aplicada a la idea de causalidad, quedando anulado el argumento que presenta a Dios como causa primera. A pesar de que en algunos pasajes parece conocer la posibilidad de que en la religión existan creencias naturales, su posición es agnóstica. La principal influencia en la filosofía de la religión es la que se deriva de su polémica contra el deísmo y la teología natural.
El otro gran filósofo es Kant cuya gran aportación fue la idea de “no conflicto” entre la ciencia y la religión. Conjuga elementos del empirismo y el racionalismo considerando el conocimiento como producto, conjunto del material aportado por los sentidos y de la estructura de la conciencia.
Rechaza el argumento de Dios como causa primera, poniendo el punto de partida de la religión en el sentido de obligación moral, y por consiguiente, Dios es un postulado del orden moral, por lo que en su teoría del conocimiento caben perfectamente la ciencia y la religión porque ambas son independientes y cumplen funciones definidas que no pueden entrar en conflicto. Su influjo fue grande en Hegel, Ritschl, Kierkegaard, e incluso hoy, hay quien afirma que la ciencia se ocupa de los hechos y la religión de los valores.
A finales del siglo XVIII y en el XIX, así como en los primeros años del siglo XX se dan diversos tipos de positivismo. El positivismo fue establecido por Auguste Comte, quien postuló la ley de los tres estadios, (teológico, metafísico y físico) germen de la filosofía positiva y por la que el científico moderno no debe dialogar con la metafísica ni con la teología. Al estudiar la inteligencia humana afirma que pasa por tres estadios a los que se asocia una concepción diferente. Al estadio teológico se une lo ficticio, los fenómenos son contemplados como la acción de algún agente sobrenatural; al estadio metafísico lo abstracto, donde las fuerzas abstractas ocupan el lugar de lo sobrenatural y por último, asocia al estadio científico lo positivo, lo empírico. El hombre sólo puede centrarse en el de la ciencia, que es el fijo y definitivo.
Esta concepción positivista fue seguida por Ernst Mach, positivismo psicofísico, quien todo lo reduce a sensaciones táctiles y visuales, y la ciencia, mediante sus leyes, ordena esas sensaciones y cumple una función económica; es antimetafísico y antiteólogo. El Circulo de Viena, positivismo lógico, fue establecido por Moritz Schlick caracterizado por sostener que, una proposición no significa absolutamente nada, si no puede reducirse a un conjunto de hechos directamente observables. Entre los principales representantes de esta escuela está Rudolf Carnap, para quien la palabra “Dios” carece de significado, y Hanson cuyo artículo “En lo que yo no creo” representa el máximo ateísmo. Este positivismo lógico, tan extendido, empieza a perder credibilidad en la segunda mitad del siglo XX. Después de la segunda guerra mundial se da un cambio en estas posturas. Por un lado, se empieza a abandonar la euforia cientificista que había favorecido la idea de la incompatibilidad y el conflicto inevitable entre la ciencia y la religión. De la admiración sin límites de la ciencia se fue pasando a una mirada más crítica y aún a un cierto recelo, causado por el peligro a algunas de sus consecuencias. Por otro lado, los nuevos estudios históricos han mostrado que muchos de los argumentos usados no tienen una seria base histórica.
Las relaciones entre la ciencia y la religión a lo largo de la historia han sido complejas y no se pueden reducir a las de su absoluta incompatibilidad y continuo conflicto. Karl Popper, que se opone al Circulo de Viena, conoce la psicología psicoanalítica de Freud, y la individual de Adler, el materialismo dialéctico de Marx, la relatividad de Einstein, presenta el núcleo fundamental de su epistemología: el criterio de falsabilidad, concluyendo que lo característico de una ciencia no es el explicar los hechos, sino el ser falsable. Esta teoría sobre las ciencias empíricas abre el camino para entablar un diálogo entre ellas y la teología, aunque el autor no desarrolla el tema.
Esta teoría del Falsacionismo de Popper consiste en que las teorías deben ser puestas a prueba, comprobadas rigurosa e impecablemente por la observación y la experimentación. Si un enunciado no es falsable, no aporta información y es fundamental que sea falsable para el progreso de la ciencia, para realizar nuevas predicciones y para el desarrollo de nuevas aportaciones.
Andrés Torrea queiroga escribe siguiendo estos argumentos:

Es decir, considerada en su génesis intencional y en su estructura íntima, la religión puede salir al encuentro de una de las legitimas exigencias del espíritu científico : la de no aceptar las cosas porque sí, sino porque son verificables, o, en su caso, falsables. Verificables o falsables, por supuesto, conforme a su modalidad especifica de ser y de enfrentarse a la realidad. No vamos a pedir a la religión que se demuestre como el teorema de Pitágoras o la ley de la gravitación universal, de la misma manera que no nos pasa por la cabeza comprobar si un niño o progresa en el estudio midiéndolo con un metro, ni averiguar si una persona está enamorada colocándola en una balanza a ver si aumentó de peso.
Así, por tanto, en este aspecto la actitud científica está en su derecho de exigir que nada se acepte sin la correspondiente verificación, y la teología tiene que admitirla y está en condiciones de ofrecerla. Lo discutible e ilegítimo único método para realizarla, exigiendo, por ejemplo, pruebas empíricas o físicamente controlables para realidades que, por definición, trascienden lo físico y lo empírico. Cosa que, además, la ciencia está hoy en mejores condiciones de comprender por sí misma, viendo que ni siquiera en ella misma es posible la total asepsia objetiva, pues también sus puros teoremas están cargados de presupuestos e intrínsecamente marcados por la subjetividad humana. Por otro lado, la fenomenología ha llamado la atención sobre este punto al pensamiento actual.

Thomas Kuhn, seguidor de las ideas de James Bryant Conant, quien promovió activamente la historia de la ciencia, distingue entre períodos de ciencia normal dirigidas por un paradigma, de otros de ciencia extraordinaria o revolución científica en los que el paradigma ha de ser sustituido por otro. Presenta un claro carácter histórico. Su imagen de la ciencia normal sugiere paralelismo con la teología, ya que los criterios epistemológicos: precisión, consistencia, alcance, simplicidad y fecundidad, se puede aplicar a la teología porque según Kuhn, estos criterios no son simples sino que se tratan de valores complejos. Las revoluciones científicas, según Kuhn , ocurren porque hay un cambio de paradigma en la matriz disciplinaria. El término paradigma se refiere, por lo menos, a tres perspectivas diferentes presentes en dicha matriz: la primera, tiene que ver con la metafísica implícita en toda teoría científica, representada por la ontología asumida por esta ciencia, sus conjuntos teóricos mas importantes y los conceptos claves que operan en sus definiciones; en segundo lugar, toda ciencia se desarrolla en su propio espacio sociológico que está definido por las creencias, los valores y las técnicas que emplean sus miembros; en tercer lugar se encuentran los ejemplos o modelos que sirven para orientar los diversos procedimientos de la disciplina en cuestión y que en algunos casos pueden sustituir a las reglas.
Al analizar la teología como ciencia de experiencias, Hans Küng habla de los paradigmas teológicos, basándose en los paradigmas científicos, pero no con experimentos científicos con hechos observables, sino experienciales, basados en las experiencias de las personas. La cultura informa toda expresión religiosa, y es fundamental la inculturación, tanto la geográfica, como la histórica.
Larry Lakatos quiso corregir el relativismo de Kuhn e introduce la teoría de los programas de investigación dando razones para los cambios de programas, al hablar de programas degenerativos. Otro autor, Laudan, con la teoría de la resolución de problemas, aporta soluciones a estas concepciones de ciencia.
Stephen Tolmin, quien muestra interés en superar el positivismo lógico mediante una epistemología inspirada en la historia y el problema del cambio científico, llega a la conclusión de cómo puede recurrirse a la experiencia total de la historia del hombre para decidir qué debe considerarse como reorientación legitima de una disciplina o empresa. Esta idea original de Toulmin es análoga a la que realiza el teólogo en sus trabajos.
Otra teoría es la anarquista de Feyerabend, para el que el alto prestigio de la ciencia es un dogma peligroso que puede ser represor, negando la existencia de un método científico. Chalmers afirma que la postura de Feyerabend contra el método se puede sostener siempre que sea sobre la idea de un método universal y ahistórico. Considera que hay métodos y normas en la ciencia variables.
En la postrimerías del s. XX surgen dos movimientos nuevos: Los Bayesianos que se inspiran en la teoría de las probabilidades, en los grados de creencia que tienen los científicos sobre sus teorías e hipótesis, con lo cual se cae en la subjetividad, y el nuevo experimentalismo de los llamados experimentalistas, entre los que se encuentra Mayo, que dan una explicación del progreso de la ciencia como la acumulación de conocimientos experimentales. Continua Chalmers intentando explicar la causa por la que el mundo debería obedecer la leyes, afirmando su ignorancia, para terminar presentando el debate tradicional entre realistas y antirrealistas sobre si las teorías científicas deben alcanzar la verdad en sentido estricto o si sólo afirman algo del mundo observable, intentando una vía de acercamiento entre ambas.
¿Se podría dar una explicación universal desde las ciencias?, ¿responderían las ciencias experimentales a todo lo que se pregunta el hombre?, ¿sólo son las hechos sensibles objeto de las ciencias?, ¿hay otros datos no sensibles susceptibles de ser estudiados?
Actualmente las ciencias plantean interrogantes a las experiencias racionales y a las religiosas, sabiendo que todo saber humano tiene sus límites, y el sentido de la vida, las preguntas últimas que todo hombre se hace no tienen respuesta en las ciencias. En las respuestas aparecen tradiciones y visiones del mundo diferentes a la concepción alcanzada sólo por la ciencia. La ciencia describe hechos y necesita explicaciones de esos hechos, y es ahí donde entra la filosofía y la teología, en esas explicaciones que en su busca de la verdad transforman la vida cotidiana del individuo.
Hoy, en el mundo actual globalizado es necesario el diálogo de la ciencia y la teología. En este diálogo está claro la necesidad de la no intromisión de sus campos de estudio, pero ambos traen prejuicios, difíciles de cambiar, que necesitan superarse para conseguir frutos en ese diálogo.
Pero estas relaciones se revitalizaron con la corriente titulada “la nueva visión romana”. A partir de la segunda mitad del siglo XX, debido a las posibilidades de diálogo entre los científicos y los teólogos por la tranquilidad en el horizonte espitemológico, pero sobre todo, debido a Juan Pablo II, surge la “nueva visión romana”, una visión de apertura ya iniciada anteriormente, pero que en estos momentos se van a intensificar. La primera manifestación consistió en introducir instituciones científicas en la Iglesia, la fundación de instituciones con este fin o la encíclica “Divini Afflante Espiritu”, liberando a los científicos al reconocer en las Sagradas Escritura los géneros literarios, llegando en ocasiones a algunos rasgos de concordismo.
Pero fue Juan Pablo II, con una carta dirigida al director del Observatorio Romano, quien marcó las pautas de esta nueva visión romana. El libro que la recogió, junto a algunos comentarios sobre ella, explican esta denominación “Juan Pablo II sobre Ciencia y Religión: Reflexiones sobre la nueva visión romana”. En la primera parte de la carta se establece las condiciones que debe tener el diálogo de la ciencia y la teología, que no son otras que el respeto a la integridad y a la autonomía del otro, y la apertura hacia esa comunicación. La segunda parte, dedicada a los resultados que cabe esperar, se resume en la frase siguiente: “la ciencia puede liberar a la religión del error y la superstición, la religión puede purificar la idolatría y los falsos absolutos. Esto tiene efectos prácticos en la moderna inculturación”.




Comentarios

  1. Gracias al blog por abrirnos la mente y poder tener más conocimientos a cerca de la teología. Bendiciones.

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